Creemos en el Espíritu Santo como una persona, quien redarguye al pecador de sus pecados, regenera el corazón del arrepentido, consuela al creyente en sus tribulaciones, reviste de poder y dirige a los hijos de Dios, equipándoles para el testimonio y el servicio (Juan 14:16-17 y 16:8-14; Romanos 8:9).